ConCuerpos, un espacio para con-moverse.
Por Lina Loaiza Bran
Pasante ConCuerpos 2025
Ganadora de la Residencia nacional de danza del Programa Nacional de Estímulos Portafolio 2025, fase I, del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes
El interés por realizar este proceso de residencia surgió de mi inquietud por encontrar formas de compartir la experiencia que he tenido en el ámbito de la danza con otras personas con corporalidades diversas o diversidad funcional, de forma que esto me permitiera desarrollar un proceso grupal o colectivo con otras personas que comparten mi condición de persona con discapacidad, y que sienten también curiosidad e interés por el movimiento.
No obstante, durante el desarrollo de este proceso, encontré que esta fue una maravillosa oportunidad y una invitación para pensarme y reflexionar sobre lo que soy, y sobre lo que me constituye como bailarina. Sobre mi propia singularidad e individualidad.
Esta pregunta estaba latente en mí, pues este año he decidido retornar a la danza y retomar el proceso que llevaba suspendido desde hace un par de años por mis ocupaciones laborales. Dicho retorno me ha llevado a preguntarme por qué bailo y por lo que me constituye como bailarina; sobre quién soy como bailarina.
En este contexto, cuando sostuve las primeras conversaciones con las directoras de la compañía para iniciar este proceso de residencia, ellas me contaron sobre la temática de la creación que estaríamos desarrollando durante el tiempo de mi estadía con la compañía. Se trataba de poner en conversación el propio “fuego interno” de cada bailarín o bailarina, manifestado mediante su movimiento en un solo, con el acompañamiento del colectivo, que actúa como coro; de generar un contrapunto que permitiera potenciar estos solos o movimientos propios, utilizando esta misma manifestación de los fuegos individuales como motivo y motor del movimiento.
En este sentido, siento que precisamente esto fue lo más interesante que encontré durante mi experiencia en la compañía ConCuerpos y el aprendizaje más valioso que gané en este proceso: entender cómo, en esta gran familia, lo colectivo nace y se nutre de las particularidades de cada uno de sus integrantes, de los aportes y propuestas que cada quien entrega desde lo que constituye su singularidad e individualidad. Y es así como se constituye aquí lo colectivo, como un diálogo o conversación en la que cada quien pone de manifiesto lo que es, para encontrar acuerdos y puntos para ser y estar en común; para ser conjuntamente, sin dejar de ser lo que cada quien es, sin perderse o desdibujarse, logrando un maravilloso entramado de estas singularidades.
Y fue esto precisamente lo que la compañía puso en escena en esta creación: esa conversación entre lo individual, lo particular y propio de cada uno de sus bailarines y bailarinas, frente a lo que han logrado construir y constituir como colectivo.
De esta forma, durante este tiempo de residencia, entendí que esta manera de ser y estar, y de crear en colectivo, tiene al mismo tiempo mucho que ver con mi propia pregunta respecto a cómo compartir mi experiencia con otras personas, y sobre lo que soy como bailarina. Aquí, he encontrado que precisamente entender lo que soy es lo que me permite saber qué puedo ofrecer y aportar a otras personas; entender y escuchar lo que cada quien trae y aporta desde sus propias particularidades; y entender la necesidad de estar siempre muy atenta y perceptiva para recibir lo que los otros y otras me ofrecen, al mismo tiempo que entrego mi experiencia.
Esta pregunta por mi propia singularidad me llevó a buscar en mis inicios, en el momento en que empecé a moverme, indagando en lo que me motivó y me llevó a dedicarme a la danza: el impulso casi frenético que sentía al escuchar cierto tipo de música; el sonido o repique de los tambores, lo que yo llamo música de tambores, especialmente, música tradicional de nuestra costa caribe: gaitas, cumbias, porros y bullerengue. Recordar esta raíz de mi movimiento me llevó a rememorar el disfrute y goce que sentía plenamente con mi cuerpo al dejarme invadir por estos ritmos y dejar que el movimiento saliera en mí libre, honesto, orgánico, casi natural.
Y fue esta también la invitación que nos hizo Diana, la directora artística de la compañía, durante los laboratorios que realizamos al inicio de la creación: buscar enraizarnos para dejar fluir nuestro propio movimiento desde el goce y el disfrute del movimiento en sí mismo.
Además de esta invitación, que nos sirvió para activarnos en cada sesión y como detonante de la exploración realizada para encontrar el material para nuestros solos, realizamos otro par de ejercicios que me parecieron especialmente potentes, pues sentí que nos aportaron mucho en esta búsqueda personal y al mismo tiempo colectiva.
Uno de estos ejercicios consistió en trabajar en parejas, turnándonos para estar en movimiento y para hacer de observador u observadora del compañero o compañera que estaba en movimiento. Al respecto, siento que tomarnos estos momentos para estar en la posición de observadores, haciendo un ejercicio de observación y atención activa y participante, fue algo especialmente importante y enriquecedor. Este ejercicio nos proporcionó herramientas para entrenar y mejorar nuestra atención y escucha, mejorando nuestra comunicación y relacionamiento cuando estamos en movimiento colectivamente. Y al mismo tiempo nos permitió encontrar o preguntarnos por formas de movernos que no habíamos considerado, encontrando nuevos recursos y preguntas de movimiento, gracias a lo que veíamos y tomábamos de nuestros compañeros y compañeras, posibilitando la ampliación de nuestro propio lenguaje de movimiento.
En estos momentos, siento que fue muy importante para nuestro proceso, la retroalimentación que realizamos unos a otros. Gracias a los comentarios que recibimos de quienes nos observaban sobre nuestro propio movimiento, pudimos encontrar y hacer conscientes aspectos de nuestra propia expresión que podíamos estar ignorando o pasando por alto, a partir de este punto de vista externo.
En este sentido, me pareció especialmente valioso el momento en el que la directora nos invitó a darnos “regalos” entre las parejas en las que estábamos trabajando, haciendo referencia con esto a que cada quien le hiciera comentarios a su pareja que le sirvieran para potenciar o continuar desarrollando el material que estaba trabajando por medio de estas exploraciones para su solo. Siento que a través de estos regalos recibimos imágenes y motivos muy potentes que nos sirvieron para potenciar nuestra exploración y creación personal.
En mi caso particular, uno de los compañeros me regaló la idea de dejar aparecer el caos en mi movimiento, de jugar entre el caos y el orden. Esta imagen me llevó a buscar que mi movimiento fuera más abrupto y descontrolado en algunos momentos, y a perder el temor a dejarme llevar por el mismo movimiento que iba brotando espontáneamente en mi cuerpo.
Mirar y ser vistos, dar y recibir regalos, expandió nuestro lenguaje de movimiento, nos hizo conscientes de nuestras particularidades al movernos y potenció nuestra capacidad de escucha y comunicación corporal.
El segundo ejercicio que me pareció particularmente significativo para el proceso que desarrollamos, fue aquel en el que, a partir de la invitación de Diana, cada quien elaboró, de manera espontánea, un escrito o poema en el que expresó lo que considera que es su “fuego interno”. Por medio de este ejercicio obtuvimos detonantes interesantes e imágenes poderosas para construir nuestro solo, a partir de nuestro movimiento propio.
Así, durante esta experiencia, redescubrí y entendí que mi curiosidad por el movimiento y mi deseo de dedicarme a la danza, surgen de la necesidad de mostrarme frente a otros y expresarme tal cual soy, de la forma más honesta y desprevenida que tengo. Siento que mi cuerpo expresa todo lo que soy de una forma que en ocasiones escapa a mi propia comprensión. Y he entendido que para mí la danza es mi propia forma de manifestar y reafirmar mi presencia en el mundo; la danza es un lenguaje que me obliga a estar completamente presente en el momento en que estoy, con la atención plenamente activa, dejando de lado cualquier otra preocupación o perturbación.
Para mí, la danza es mi propia forma de celebrar y honrar la vida, mi propia vida.
Y también es mi propia forma de resistencia, y al mismo tiempo un acto de rebeldía, en el sentido que me permite confirmar y reafirmar lo que soy y lo que quiero ser, más allá de lo que piensen o esperen otros que debería ser…
Y es también la mejor forma que he encontrado de vivir mi vida y mi cuerpo plenamente…
Por medio de la danza, he descubierto y entendido que soy una mujer fuerte, valiente y resiliente, que ha sido capaz de sobreponerse a las eventualidades y contingencias que se le han presentado; pero también que al mismo tiempo soy lo suficientemente sensible para dejarme conmover, y soy capaz de reconocerme en mi vulnerabilidad, que es finalmente lo que siento que nos constituye en nuestra humanidad.
También soy arriesgada, curiosa y enérgica, y me gusta encontrar, descubrir y probar nuevas formas de moverme y expresarme, y enfrentarme a situaciones que me reten. Soy alegre y entusiasta, y siento que esto también se refleja en mi movimiento.
Soy la lava de un volcán fluyendo hacia el mar…
Mi fuego interno (mi danza) es terracota, y sabe a tierra mezclada con mar.
Por otro lado, durante este proceso de residencia, me pregunté sobre bailar con mi prótesis o sin ella, particularmente en la creación que estábamos desarrollando. Aunque en otros momentos he sentido la opción de bailar sin prótesis como algo válido y oportuno, al inicio de este proceso pensaba que bailar sin prótesis no iba a ser cómodo para mí, debido a que llevaba mucho tiempo sin trabajar y explorar mi movimiento de esta forma, pero al mismo tiempo pensaba que debía darme la oportunidad de hacerlo para poder probar por mí misma cómo me sentía, pues sentía que no haberlo hecho recientemente no era una excusa para no intentarlo.
Y, al contrario de lo que había pensado inicialmente, en las exploraciones y el trabajo que realizamos, sentí bastante cómodo y fluido mi movimiento sin la prótesis, como si de alguna manera me saliera de forma más “natural” u orgánica, o como si fuera algo más propio en mí. Y, precisamente por esto, decidí desarrollar mi solo sin utilizar mi prótesis.
Sin embargo, al mismo tiempo sentí que en los momentos en los que trabajamos nuestro relacionamiento por medio del movimiento en colectivo, me desenvolví mejor utilizando mi prótesis, pues esto me permitía tener un movimiento más ágil, y sentí que de esta forma podía seguir mejor las pautas propuestas por los compañeros, para acompañar e integrarme en el movimiento del colectivo, por lo que decidí estar con la prótesis en los momentos en los que actuaba en colectivo, como parte del coro.
Estar para mí fue más propio sin prótesis y para los demás, en coro, con ella.
Por último, siento que es oportuno anotar que, durante este tiempo de residencia, sentí en ConCuerpos un espacio de amor y confianza, un espacio de verdadera aceptación de la diversidad, de lo que cada quien es y tiene para aportar y ofrecer, y que por esto mismo para mí fue un espacio tranquilo y seguro. Esto lo pude sentir no solo en el trabajo que realizamos dentro de la propia compañía, en la que me sentí verdaderamente bienvenida y acogida, con agrado y mucha amabilidad, sino también en los espacios de la clase permanente. Las clases de ConCuerpos se desarrollan de forma amorosa con todos y todas las participantes, acogiéndoles con todas sus particularidades y singularidades; es un espacio que permite apropiarse de las pautas que se proponen, para que cada quien las estudie e integre, incorporándolas a su propia vivencia.
En este sentido, puedo decir que esta experiencia fue profundamente emotiva para mí y, por lo que pude percibir, también para todos y todas las participantes de estos espacios, incluyendo a sus directoras y orientadoras.
Al respecto, siento que los ejercicios que desarrollamos en parejas o en grupos pequeños, utilizando herramientas de contact, nos permitieron una gran conexión y escucha colectiva, que posibilitó el ambiente propicio para trabajar y desarrollar los momentos en los que actuamos en colectivo. Específicamente, realizamos ejercicios en los que se nos invitaba a compartir por medio del movimiento con nuestra pareja, sintiendo y escuchando las necesidades de su cuerpo. Por medio de esa escucha, seguimos y acompañamos ese movimiento, al tiempo que tratábamos de sugerir rutas o caminos para potenciar ese movimiento, sin direccionarlo por completo, dejando el espacio justo para que cada quien escuchara y decidiera cómo integrar estos aportes a su propio movimiento.
Para mí, ConCuerpos es un espacio para conmoverse, en el que cada persona tiene la posibilidad de expresarse de forma libre, tranquila y honesta a través del movimiento, y en el que se puede sentir el respaldo de un colectivo que está atento y dispuesto a escuchar lo que cada quien necesita y propone, para abrazarlo, acogerlo, sostenerlo y potenciarlo. En ConCuerpos, se puede sentir cómo realmente las particularidades individuales se entretejen de forma armoniosa para componer un rico y colorido entramado, que representa la fortaleza y riqueza de este colectivo.
ConCuerpos es un espacio de gran calidad humana, en el que lo artístico se vive y se siente profunda e intensamente, llegando a ser una gran familia para todos y todas sus integrantes.
Danzar en ConCuerpos me permitió mirar y ser vista, regalar y recibir, ser coro y brillar en mi solo. Componer en conjunto los movimientos colectivos, aquellos que fueron sostén de los otros solos; cantar para que otra voz se escuche; ser caos y orden; estar para una y para otres; fue experimentar el surgimiento de una obra común.

